lunes, 5 de octubre de 2009

Brainstorm

En realidad esta palabra se refiere al hecho de decir todas las cosas que se te pasan por la cabeza con la finalidad de que alguna de ellas te sirva para cumplir un objetivo determinado.
Yo, que soy como soy, he decidido utilizar esta palabra con su significado estrictamente literal: tormenta cerebral.

Creo que es una buena manera de calificar el estado de tu cabeza en determinados momentos de tu vida, es decir, cuando estas en una de esas situaciones en las que no entiendes nada, en la que en tu cabeza todo está tan embarullado, revuelto y agitado que eres incapaz de discernir cual es el paso siguiente que has de dar, esas veces en las que sientes como absolutamente TODO está girando sin control, como si en tu cabeza estuviera sucediendo exactamente eso: una tormenta, pero no de esas que se pasan con botas y paraguas, si no de las que son capaces de colapsar hasta el mejor sistema de alcantarillado de una ciudad (pedazo de alcantarilla llena de deshechos es el cerebro, dicho sea de paso).

Cuando en una ciudad ocurre un cataclismo, los servicios de emergencia se ponen rápidamente en funcionamiento para desbloquear las carreteras, evitar que las casa se inunden e intentar rescatar a la gente atrapada por los torrentes de agua.
Bueno, pues tu llamas a los servicios especiales: los amigos, la familia. Piensas que ellos se encargarán precisamente de eso: de desbloquearte.

En muchas ocasiones, los cataclismos son de tal magnitud que los servicios de emergencia emiten un comunicado en el que anuncian que hasta que no mejore la situación climatólógica no podrán continuar su trabajo. Es decir, que cuando salga el Sol, se encargarán de desescombrar y volver a levantar las casas.

A veces, cuando la situación sobrepasa cierto límite, alguien te dice: "tío, lo único que puedes hacer es esperar a que pase el tiempo, y aguantar lo que te venga".

Y ahí te quedas tú, en medio de la tormenta, esperando a que salga el Sol para poder recoger los escombros.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Siempre están ahí, te persiguen, van detrás de ti sin que te des cuenta, esperando aparecer en el momento más inesperado. No se preocupan del lugar en el que te encuentras, no les importa lo que estás haciendo, ni se fijan en si estás acompañado en ese momento; solo están ahí, agazapados, esperando la señal que les de vía libre para actuar...La señal...Si solo hubiera una sería fácil darles esquinazo, pero son inteligentes, cambian la señal a su antojo, para cogerte desprevenido, para poder aparecer sin avisar...Millones de señales que solo reconoces cuando es demasiado tarde: el olor de un perfume, una prenda de vestir, un sucio banco en una sucia calle...

Entonces es cuando aparecen, se apoderan de ti y durante unos segundos no eres capaz de distinguir nada del mundo real, que se aleja, que se va para hacer sitio a esos recuerdos que te golpean tan fuerte que puedes sentirlos con total claridad: puedes oír al puto niño que pedía insitentemente palomitas a su madre en la butaca de atrás, puedes ver a la gorda de la que te reías porque no cabía en su asiento ("cómprate dos entradas, gorda", pensaste), puedes sentir la cabeza de ella apoyada en tu hombro... Pero no hay tiempo para más, porque ese tipo de recuerdos duran poco, aunque te hagan sentir mucho.

Al principio, cuando te pasa, lo que quieres es llorar, y más de una vez lo haces. Después, te producen rabia, y maldices que hoy sea hoy y no ese día... Pero con el tiempo, y aquí viene lo bueno, te hacen sonreír, hacen que te sientas bien contigo mismo, hacen que te alegres de haber tenido la suerte de vivir algo que mereció la pena, hacen, en definitiva, que te sientas vivo.

Y ya que me he puesto a escribir, voy a aprovechar para escribir unos agradecimientos, y me voy a tomar la libertad de daros un consejo:

Gracias a todos los que me habéis escuchado siempre que he necesitado hablar, en especial a Luis y Edu (Vitin, no te olvido), que sois los que más mierda os habéis tenido que comer.

Mi consejo; buscad unos amigos como ellos.

Sed felices.



JaVaT

sábado, 5 de septiembre de 2009

De la tristeza al arte.

La frase que me hizo dar vueltas a la cabeza vino de un amigo, en una de tantas conversaciones que habitualmente se pierden en la nada.
"La buena vida", dijo. Y es que este amigo del que os hablo acostumbraba a escribir sus pensamientos y recuerdos con cierta regularidad. Un regalo para aquellos que teníamos la suerte de conocer "La vida según un tipo normal", era aquello.
Bien, el caso es que, preguntándole yo el por qué de su parón en la producción de tales textos, él alegó como única respuesta dicha frase: "la buena vida". A mí me sirvió, era una prueba más de mi secreta y por cierto improductiva teoría de la creación del arte, que evidentemente, y dado el título de esta entrada, os voy a exponer a continuación.

He observado que el ser humano acostumbra a vivir en un letargo intelectual en las épocas de su vida en las que se encuentra tanto física como emocionalmente sano. Fijáos bien, no hay artistas felices, las obras en un porcentaje cercano al 100% siempre rezuman algo de pesimismo, de tristeza o dolor. Hay excepciones, por supuesto, pero no sé hasta qué punto es recomendable crear nada si se ha llegado a la felicidad plena, las consecuencias de la locura feliz pueden llevarnos directamente a los vestidos de Ágata Ruiz de la Prada.

Bueno a lo que iba. Cuando eres feliz estás demasiado ocupado disfrutando de la vida como para ir contándolo. La felicidad no se comparte, no es necesario: nunca he oído a nadie decir que necesita vomitar sus sentimientos de lo feliz que se encuentra. Una persona feliz solo pasea su sonrisa bobalicona y su creencia ciega en que la vida es tan maravillosa como un helado de fresa, o alguna mierda de esas.
El hombre triste, en su eterna búsqueda de desahogo, busca preciosas maneras de llamar la atención de aquellas personas demasiado felices para ver o demasiado tristes para querer escuchar. Esto me lleva a formular mi teoría: "La tristeza es la mayor mecenas del arte", y para demostrarlo, os voy a hacer unas simples preguntas:
¿Qué hubiera escrito Becquer si ella hubiera llorado o él no hubiera callado? Si no fuera de otro como antes de sus brazos, ¿dónde habrían quedado los versos más tristes de Neruda? ¿Acaso Munch gritaba de felicidad?

Lo admito, visto así puede quedar algo demagógico, pero es mi teoría y tengo que defenderla. Por otro lado, si dicha teoría resutase ser cierta, lo que me queda por decir entonces, es que ojalá nunca desaparezcan los hombres tristes.

Un saludo a todos, os deseo páginas en blanco.

JaVaT



P.D. Jorch, espero que la SGAE no me pida nada por haber utilizado el nombre de tu blog.